1
| 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 28 | 29 | 30 | 31 | 32 | 33 | 34 | 35 | 36 |

Capitolo 18
Capítulo XVIII

Pinocchio ritrova la Volpe e il Gatto, e va con loro a seminare le quattro monete nel Campo de’ Miracoli.
Pinocho vuelve a encontrarse con la zorra y el gato, y se va con ellos a embrar sus cuatro monedas en el Campo de los Milagros.

Come potete immaginarvelo, la Fata lasciò che il burattino piangesse e urlasse una buona mezz’ora, a motivo di quel suo naso che non passava più dalla porta di camera; e lo fece per dargli una severa lezione perché si correggesse dal brutto vizio di dire le bugie, il più brutto vizio che possa avere un ragazzo. Ma quando lo vide trasfigurato e cogli occhi fuori della testa dalla gran disperazione, allora, mossa a pietà, batté le mani insieme, e a quel segnale entrarono in camera dalla finestra un migliaio di grossi uccelli chiamati Picchi, i quali, posatisi tutti sul naso di Pinocchio, cominciarono a beccarglielo tanto e poi tanto, che in pochi minuti quel naso enorme e spropositato si trovò ridotto alla sua grandezza naturale.
Como podéis suponer, el Hada dejó que el muñeco llorase y gritase durante más de media hora porque con aquellas narizotas no podia salir de la habitación. Lo hizo así para darle una lección y para que se corrigiera del vicio de mentir, el vicio más feo que puede tener un niño. Pero cuando ya le vio tan desesp[erado que se le salian los ojos de las orbitas, tuvo lástima de él y dio unas palmadas. A esta señal entraron en la habitación unos cuantos millares de esos pájaros que se llamn picos o carpinteros, porque pican en la madera de los árboles y posandose todos ellos en la nariz Pinocho, empezaron a picarla de tal manera, que en pocos minutos aquella nariz enorme volvió a su tamaño anterior.

— Quanto siete buona, Fata mia, — disse il burattino, asciugandosi gli occhi, — e quanto bene vi voglio!
— Ti voglio bene anch’io, — rispose la Fata, — e se tu vuoi rimanere con me, tu sarai il mio fratellino e io la tua buona sorellina…
— Io resterei volentieri… ma il mio povero babbo?
— Ho pensato a tutto. Il tuo babbo è stato digià avvertito: e prima che faccia notte, sarà qui.
— Davvero?… — gridò Pinocchio, saltando dall’allegrezza. — Allora, Fatina mia, se vi contentate, vorrei andargli incontro! Non vedo l’ora di poter dare un bacio a quel povero vecchio, che ha sofferto tanto per me!
--¡Qué buena eres, Hada, y cuánto te quiero!-- dijo el muñeco, enjuagandose los ojos.
--¡Yo también te quiero mucho-- respondió el Hada--; y si quieres quedarte conmigo, serás mi hermanito y yo seré para ti una buena hermanita.
--Yo sí quisiera quedarme; pero; y mi pobre papá?
--Ya he pensado en eso. He ordenado que le avisen y antes de media noche estara aquí.
¿De veras?--grito Pinocho saltando de alegría--. Entonces, Hada preciosa, si te parece bien, iré a buscarle ¡Tengo mmuchas ganas de darle un beso al pobre viejecito que tanto ha sufrido por mi!

— Vai pure, ma bada di non ti sperdere. Prendi la via del bosco, e sono sicurissima che lo incontrerai.
Pinocchio partì: e appena entrato nel bosco, cominciò a correre come un capriolo. Ma quando fu arrivato a un certo punto, quasi in faccia alla Quercia grande, si fermò, perché gli parve di aver sentito gente fra mezzo alle frasche. Difatti vide apparire sulla strada, indovinate chi?… la Volpe e il Gatto, ossia i due compagni di viaggio, coi quali aveva cenato all’osteria del Gambero Rosso.
--Bueno; pues vete. Pero cuidado con perderte. Toma el camino del bosque, y así le encontrarás seguramente.
Salió Pinocho, y apenas llegó al bosque emperzó a correr como un galgo. Pero al llegar cerca del sitio donde estaba la Encina grande se paró de pronto, porque le pareció que había oido ruido de gente entre la maleza. En efecto: vio aparecer... ¿No sabéis a quién?
Pues a la zorra y al gato; o sea a aquellos dos compañeros de viaje con los cuales había cenado en la posada de El Cagrejo Rojo.

— Ecco il nostro caro Pinocchio! — gridò la Volpe, abbracciandolo e baciandolo. — Come mai sei qui?
— Come mai sei qui? — ripeté il Gatto.
— È una storia lunga, — disse il burattino, — e ve la racconterò a comodo. Sappiate però che l’altra notte, quando mi avete lasciato solo nell’osteria, ho trovato gli assassini per la strada…
— Gli assassini?… O povero amico! E che cosa volevano?
— Mi volevano rubare le monete d’oro.
— Infami!… — disse la Volpe.
— Infamissimi! — ripeté il Gatto.
— Ma io cominciai a scappare, — continuò a dire il burattino, — e loro sempre dietro: finché mi raggiunsero e m’impiccarono a un ramo di quella quercia.
--¡Pues si es nuestro querido Pinocho!-- gritó la zorra, abrazándole y besándole--. ¿Qué haces por aquí?
--¿Qué haces por aquí?-- repitió el gato.
--Es largo de contar--dijo el muñeco--. Pero ante todo os diré que la otra noche, cuando me dejasteis en las posada, me salieron al camino unos ladrones.
¿Unos ladrones? ¡Pero es de veras? ¡Pobre Pinocho! ¿Y que querían?
--Querían robarme las monedas de oro.
¡Qué granujas!--dijo la zorra.
--¡Qué grandísimos granujas-- repitió el gato.
--Pero yo me escapé-- continuó contando el muñeco--, y ellos siempre detrás, hasta que me alcanzaron y me colgaron en una rama de aquella Encina.

E Pinocchio accennò la Quercia grande, che era lì a due passi.
— Si può sentir di peggio? — disse la Volpe. — In che mondo siamo condannati a vivere? Dove troveremo un rifugio sicuro noi altri galantuomini?…
Nel tempo che parlavano così, Pinocchio si accorse che il Gatto era zoppo dalla gamba destra davanti, perché gli mancava in fondo tutto lo zampetto cogli unghioli: per cui gli domandò:
— Che cosa hai fatto del tuo zampetto?
Il Gatto voleva rispondere qualche cosa, ma s’imbrogliò. Allora la Volpe disse subito:
Y Pinocho señaló la Encina grande, que estaba a dos pasos de distancia.
--¡Que atrocida!-- exclamó la zorra--. ¡Qué mundo tan malo! ¡Parece mentira que haya ggente así! ¿Dónde prodemos vivir tranquilos las personas decéntes?
Mientras charlaban de este modo observó Pinocho que el gato estaba manco de la mano derecha porque le faltaba toda la zarpa,con uñas y todo.
¿Qué has hecho de tu zarpa?--le preguntó.
Quiso contestar el gato pero se hizo un lío, y entonces intervino la zorra con destraza diciendo:

— Il mio amico è troppo modesto,- e per questo non risponde. Risponderò io per lui. Sappi dunque che un’ora fa abbiamo incontrato sulla strada un vecchio lupo, quasi svenuto dalla fame, che ci ha chiesto un po’ d’elemosina. Non avendo noi da dargli nemmeno una lisca di pesce, che cosa ha fatto l’amico mio, che ha davvero un cuore di Cesare?… Si è staccato coi denti uno zampetto delle sue gambe davanti e l’ha gettato a quella povera bestia, perché potesse sdigiunarsi. E la Volpe nel dir così, si asciugò una lacrima.
--Mi amigo es demasiado modesto, y por eso no se atreve a contarlo. Yo lo contaré. Sabrás cómo hace una hora próximamente que nos hemos encontrado en el camino un lobo viejo, casi muerto de hambre. que nos ha pedido una limosna. No teniendo nada que darle, ¿sabés lo que ha hecho este amigo mío, que tiene el corazón más grande del mundo? Pues se ha cortado de un mordisco la zarpa derecha, y se la ha echado al pobre lobo para que se desayunara.
Y al terminar su relato la zorra se enjugó una lágrima.

Pinocchio, commosso anche lui, si avvicinò al Gatto, sussurrandogli negli orecchi:
— Se tutti i gatti ti somigliassero, fortunati i topi!…
— E ora che cosa fai in questi luoghi? — domandò la Volpe al burattino.
— Aspetto il mio babbo, che deve arrivare qui di momento in momento.
— E le tue monete d’oro?
— Le ho sempre in tasca, meno una che la spesi all’osteria del Gambero Rosso.
— E pensare che, invece di quattro monete, potrebbero diventare domani mille e duemila! Perché non dài retta al mio consiglio? Perché non vai a seminarle nel Campo dei miracoli?
También Pinocho estaba conmovido. Se acercó al gato y le dijo al oído:
--¡Si todos los gatos fueran como tú, qué felices vivirían los ratones!
--¿Y qué haces ahora por estos lugares?-- preguntó la zorra al muñeco.
--Esperando a mi papá, que debe de llegar de un momento a otro.
--¿Y tus monedas de oro?
--Las tengo en el bolsillo, menos una que gasté en la posada de El Cangrejo Rojo.
--¡Y pensar que en vez de cuatro monedas podrían ser mañana mil o dos mil! ¿Por qué no sigues mi consejo? ¿Por qué no vamos a sembrarlas en el Campo de los Milagros?

— Oggi è impossibile: vi anderò un altro giorno.
— Un altro giorno sarà tardi, — disse la Volpe.
— Perché?
— Perché quel campo è stato comprato da un gran signore e da domani in là non sarà più permesso a nessuno di seminarvi i denari.
— Quant’è distante di qui il Campo dei miracoli?
— Due chilometri appena. Vuoi venire con noi? Fra mezz’ora sei là: semini subito le quattro monete: dopo pochi minuti ne raccogli duemila e stasera ritorni qui colle tasche piene. Vuoi venire con noi?
Pinocchio esitò un poco a rispondere, perché gli tornò in mente la buona Fata, il vecchio Geppetto e gli avvertimenti del Grillo-parlante; ma poi finì col fare come fanno tutti i ragazzi senza un fil di giudizio e senza cuore; finì, cioè, col dare una scrollatina di capo, e disse alla Volpe e al Gatto:
--Hoy es imposible; iremos otro día.
--Otro día será tarde--dijo la zorra.
--¿Por qué?
--Porque ese campo ha sido comprado por un gran señor, que desde mañana no permitirá que nadie siembre dinero.
--¿Cuánto hay desde aquí hasta el Campo de los Milagros?
--No llega a dos kilometros. ¿Ouieres venir? Tardamos en llegar una media hora; siembras en seguida las cuatro monedas, a los pocos minutos recoges dos mil, y te vuelves con los bolsillos bien repletos. ¿Qué? ¿Vienes?
Pinocho vaciló antes de contestar, porque se acordó de la buena Hada, del viejo Goro y de los consejos del grillo-parlante; pero terminó por hacer lo mismo que todos los muchachos que no tienen pizca de juicio ni de corazón; acabo por rascarse la cabeza y decir a la zorra y al gato:

— Andiamo pure: io vengo con voi.
E partirono.
Dopo aver camminato una mezza giornata arrivarono a una città che aveva nome «Acchiappa-citrulli». Appena entrato in città, Pinocchio vide tutte le strade popolate di cani spelacchiati, che sbadigliavano dall’appetito, di pecore tosate che tremavano dal freddo, di galline rimaste senza cresta e senza bargigli, che chiedevano l’elemosina d’un chicco di granturco, di grosse farfalle, che non potevano più volare, perché avevano venduto le loro bellissime ali colorite, di pavoni tutti scodati, che si vergognavano a farsi vedere, e di fagiani che zampettavano cheti cheti, rimpiangendo le loro scintillanti penne d’oro e d’argento, oramai perdute per sempre.
--¡Bueno; me voy con vosotros!
Y marcharon los tres juntos.
Después de haber andado durante medio día llegaron a un pueblo que se llamaba "Engañabobos". Apenas entraron, vio Pinocho que en todas las calles abundaban perros flacos y hambrientos que se estiraban abriendo la boca, ovejas sucias y peladas que temblaban de frío, gallos y gallinas sin cresta y medio desplumados, que pedían de limosna un grano de maíz; grandes mariposas que ya no podían volar por haber vendido sus preciosas alas de brillantes colores, pavo reales avergonzados por el lastimoso estado de su cola y faisanes que lloraban la pérdida de su brillante plumaje de oro y plata.

In mezzo a questa folla di accattoni e di poveri vergognosi passavano di tanto in tanto alcune carrozze signorili con dentro o qualche volpe, o qualche gazza ladra o qualche uccellaccio di rapina.
— E il Campo dei miracoli dov’è? — domandò Pinocchio.
— È qui a due passi.
Detto fatto traversarono la città e, usciti fuori dalle mura, si fermarono in un campo solitario che, su per giù, somigliava a tutti gli altri campi.
Entre aquella multitud de mendigos pasaba de vez en cuando alguna soberbia carroza llevando en su interior ya una zorra, ya una urraca ladrona o algún pajarraco de rapiña.
--¿Y dónde está el Campo de los Milagros?-- preguntó Pinocho.
--A dos pasos de aquí.
Atravesaron la ciudad, y al salir de ella se metieron por un campo solitario, pero que se parecia como un huevo a otro a todos los demás campos del mundo.

— Eccoci giunti, — disse la Volpe al burattino. — Ora chinati giù a terra, scava con le mani una piccola buca nel campo e mettici dentro le monete d’oro.
Pinocchio ubbidì. Scavò la buca, ci pose le quattro monete d’oro che gli erano rimaste: e dopo ricoprì la buca con un po’ di terra.
— Ora poi, — disse la Volpe, — vai alla gora qui vicina, prendi una secchia d’acqua e annaffia il terreno dove hai seminato.
--Ya hemos llegado-- dijo la zorra al muñeco--; ahora haz con las manos un hoyo en la tierra, y mete en el las cuatro monedas de oro.
Pinocho obedeció: hizo el hoyo, colocó dentro las cuatro monedas que le quedaban y las cubrió con tierra.
--Ahora--dijo la zorra-- vete a ese arroyo cercano y trae un poco de agua para regar la tierra en que has sembrado.

Pinocchio andò alla gora, e perché non aveva lì per lì una secchia, si levò di piedi una ciabatta e, riempitala d’acqua, annaffiò la terra che copriva la buca. Poi domandò:
— C’è altro da fare?
— Nient’altro, — rispose la Volpe. — Ora possiamo andar via. Tu poi ritorna qui fra una ventina di minuti e troverai l’arboscello già spuntato dal suolo e coi rami tutti carichi di monete. Il povero burattino, fuori di sé dalla contentezza, ringraziò mille volte la Volpe e il Gatto, e promise loro un bellissimo regalo.
Pinocho fue al arroyo; pero como no tenía a mano ningún cubo se quitó uno de los zapatos y lo llenó de agua, con la cual regó Ia tierra del hoyo. Después preguntó:
--¿Hay que hacer algo más?
--Nada más respondió la zorra--; ahora ya podemos irnos. Tu te vas a la ciudad, y cuando hayas estado allí unos veinte minutos, vienes otra vez, y encontrarás que ya ha nacido el arbolito, con todas las ramas cargadas de monedas de oro.
Lleno de gozo, el pobre muñeco dio efusivamente las gracias a la zorra y al gato, ofreciendoles un magnífico regalo.

— Noi non vogliamo regali, — risposero quei due malanni. — A noi ci basta di averti insegnato il modo di arricchire senza durar fatica, e siamo contenti come pasque.
Ciò detto salutarono Pinocchio, e augurandogli una buona raccolta, se ne andarono per i fatti loro.
--No queremos ningún regalo-- respondieron aquel par de bribones--; sólo con haberte enseñado el modo de hacerte rico sin trabajo alguno, estamos más contentos que unas Pascuas.
Dicho esto saludaron a Pinocho, y desándole una buena cosecha, se marcharon.





contacto pie de imprenta declaración de privacidad